APORÍA SOBRE LA IGUALDAD

Por: FARID NUMA HERNANDEZ

Merquiardo, dilapidaba el tiempo de la calurosa tarde que caía lentamente, tratando de resolver las aporías matemáticas del libro que había heredado de su padre José. Se divertía buscando el truco, como él decía, de la ecuación que demostraba que uno más uno es igual a tres; dormido sobre el libro, Algebra Recreativa, de Yakov Perelman, dedujo que cualquier cosa podía llegar a ser igual a otra si el ingenio del hombre se lo proponía y lograba demostrarlo matemáticamente.

Al día siguiente en clase de filosofía, por primera vez entendió lo que el viejo profesor Lanziano, explicó cuando dijo que “la igualdad” es un concepto creado por el hombre, es una construcción social y como tal puede ser revaluada de acuerdo al momento histórico, a la ubicación geográfica y socio cultural de los hombres que la practiquen.

  • – Quiero esto decir, qué si es un concepto creado por el hombre, entonces ¿la igualdad no es una ley universal? -preguntó sorprendido-.
  • – Intentare explicarlo por partes -dijo pacientemente el viejo profesor-, en la naturaleza, no es posible hallar dos seres iguales, dos árboles, dos animales, dos planetas o dos estrellas, nunca se repite de manera idéntica el recorrido de la flecha o la caída de la hoja del árbol, el frio amanecer y la niebla de los paramos o el cálido sol de los venados que nos embruja con sus arreboles cargados de seres mitológicos.
  • – Pero el hijo si es igual al padre y las hijas son iguales a la madre, al igual que dos hermanos gemelos -dijo Merquiardo, moviendo su cabeza afirmativamente-, es muy fácil comprobarlo, las facciones de la cara, la forma como caminan, el color del cabello, y la tonalidad de la voz.
  •  – Puede ser que fenoménicamente sean muy parecidos -respondió parcamente Lanziano-, es más, podríamos decir que son muy semejantes en su figura; pero si los comparamos con detenimiento, encontraremos más diferencias que similitudes y el ser humano no solo es un cuerpo, tiene una mente y un ser espiritual que fluye cuando habla y actúa, cuando gesticula y reacciona instintivamente ante la agresión o se retoza correspondiendo al placer recibido; la mayor diferencia entre los hombres siempre la encontraremos en su concepción de mundo, pues aún aquellos que comparten visiones de la vida similares, tienen matices que los diferencian, es muy usual encontrar armonías en lo trascendente y profundas divergencias en aspectos de la vida cotidiana, denominado por Habermas, el mundo de la vida.
  • – Pero a los ojos de Dios todos somos iguales -insistió Merquiardo, que necesitaba una respuesta-.
  • – Y también lo somos ante la justicia -Respondió prontamente el profesor-, porque las dos son elaboraciones del hombre, de la civilización y el desarrollo de la sociedad; que no pueden estar exentas a una concepción de estado y una tradición religiosa, que pretende determinar el comportamiento de los hombres en la sociedad e impartir justicia en el más allá.
  • – Quiere esto decir que es natural que halla por igual ricos y pobres, hombres honrados y corruptos o perversos o imbéciles y genios -preguntó Merquiardo sorprendido-.
  • Ello no corresponde a las leyes del universo y por lo tanto de Dios, entendido que él se manifiesta en todas las cosas de la naturaleza, expresión inequívoca de su existencia, según lo decía Baruch Spinoza -respondió Lanziano.
  • – Entiendo entonces qué en el mundo físico y espiritual, no hay dos cosas o dos seres iguales, por lo cual la desigualdad en la sociedad estaría justificada -arremetió Merquiardo, pretendiendo acorralar al viejo profesor.
  • – La diversidad es bella y misteriosa, cada día la naturaleza nos sorprende, cuando en el horizonte se levanta el astro rey y despiertan los pájaros, los colibríes, los sinzontes, los jaguares y el puma americano se despereza, sentimos la vibración maravillosa del universo; y la diversidad cultural de los pueblos con sus costumbres y tradiciones, la lengua, su música, las danzas y rituales de celebración espiritual y de sus cosechas, le dan un colorido inusitado a la civilización creada por el ser humano -dijo Lanziano, sonriendo mientras se ajustaba sus gafas de carey-, pero las diferencias creadas por el hombre, en el plano del intelecto, no justifican el ejercicio de poder que los fuertes ejercen sobre los débiles, poder desplegado con la apropiación de los medios de producción y respaldado por el uso de las armas, vulnerando todas las diferencias culturales, de raza, sexo, edad, creencia religiosa, sin ninguna consideración el otro es excluido, por no pensar y tener la misma visión del mundo que sus agresores.
  •  -Querría esto decir que socialmente ¿un mentecato tiene el mismo derecho que un erudito, o un hampón que un honrado y un hereje que un hombre religioso?
  • – Partamos del principio que ante la ley y la sociedad todos deben ser iguales, deben ser tratados con el mismo respeto y la justicia se debe aplicar a ambos con igual rigor, ese es el contrato social de una sociedad moderna y democrática, ahora precisemos las tres dicotomías que tanto te inquietan -respondió Lanziano, acomodándose en su silla-, la primera, un erudito debe cumplir la ley como todo buen ciudadano, su calidad de hombre de ciencia no le otorga el derecho a transgredirla, un mentecato tiene el derecho a ser tratado como un ciudadano con los mismos derechos que el sabio, no obstante las opiniones de un hombre erudito sean tenidas en cuenta por la sociedad y sirvan de guia para el buen uso y aplicación de la ciencia que él posee. La segunda inquietud es el resultado de la perdida de ética del ser humano; la diferencia entre un hombre honrado y un hampón, esta dada por el comportamiento de este ultimo por fuera de la ley sin importar su condición social, sus riquezas o el rango político que este ocupe en la sociedad, se esperaría que quien ostente esa alta posición no abuse ni aproveche su “poder” para cometer delitos y actos corruptos contra el pueblo que le confió la conducción de la sociedad; la tercera diferencia en si misma entraña una exclusión del otro, llamarlo hereje ya de por si lo estas clasificando como un ser que contraviene los principios divinos, que le son dados al hombre religioso, cuya tradición y cultura le dictaminaron que su Dios es el ¡Único! Y aquellos que no lo crean o no lo acepten, son herejes, impíos, infieles que por pensar diferente, otrora sufrieron el suplicio de la hoguera.
  • – Pero las cosas han cambiado, hoy el fundamentalismo atiza la guerra santa -interrumpió Merquiardo, que seguía sin entender la profunda disertación que estaba desarrollando su profesor de filosofía-.
  • – Cualquier dogma religioso es nocivo para la sana convivencia del ser humano, los mercaderes de la ideología, lograron confundir el negocio de las religiones con la espiritualidad propia del hombre, búsqueda que además fue predicada por los profetas y los iniciados -dijo Lanziano, con el animo de cerrar la conversación-, es infame y podemos decir contra natura, la manipulación de las mentes y las voluntades de los pueblos, que aupados por dogmáticas ideas, lograron enfrentarlos a muerte causándoles devastación, dolor y llanto.
  • – No entiendo cual es la conclusión a donde me quiere llevar -dijo Merquiardo inocentemente-, es muy claro que si los hombres piensan distinto no pueden ser iguales, y lo que yo veo en la sociedad, en el mundo son seres diferentes enfrentados, que no creen en el mismo Dios, y otros que ni siquiera creen en él.
  • – Lo que debes comprender es que esas diferencias irreconciliables fueron creadas por los hombres, que han manipulado las mentes y las voluntades para generar la incertidumbre, el caos, el terror, ver en el otro el enemigo << ¡los que piensen como yo son buenos, los demás son demonios! >> por eso digo que la diferencia entre los hombres en el terreno ideológico es conceptual, realmente las controversias corresponden al mundo de las ideas, pero desdichadamente, esas diferencias que se deben resolver con el dialogo y el razonamiento, se traducen en una profunda inequidad social, donde se coarta la libertad y se sojuzga a quien piense diferente y ese es el momento máximo donde afloran las desigualdades sociales y se dan las confrontaciones más cruentas entre los hermanos.

Merquiardo, esa noche a través de la ventana de su alcoba se deleitó un largo rato con la luna llena del solsticio de verano; y leyó las primeras páginas del libro la Republica de Platón, que el viejo profesor le obsequió y antes de quedarse dormido pensó – creo que el cucho Lanziano tiene razón, los hombres si somos iguales, pero todavía no comprendo porque mi abuela María, no quiere que me junte con los niños que el viernes en la tarde los llevan a la sinagoga y con los de la otra cuadra que asisten a la mezquita, ni con mis amigos que no rezan el padre nuestro y las tres aves Marías antes de acostarse.-

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