Héctor Cristancho:
EL DOLOR Y LA INDIGENCIA ENTRE LUCES Y SOMBRAS
Por CÉSAR MAURICIO OLAYA CORZO Comunicador Social – Periodista / Fotógrafo
CAPSULAS DE HISTORIA
¨No soy más que un dolor cubierto de piel.¨
John Steinbeck en las Uvas de la Ira
En la historia de la fotografía, el documentalismo social ha ocupado siempre un espacio dentro del amplio catálogo de posibilidades, lo que por ende, implica que muchos hayan sido los fotógrafos que a través de sus lentes, han dejado plasmado el registro de esta temática, donde la realidad, se convierte en el sujeto mayor de lo visible, con el obvio riesgo de generar en el receptor emociones de toda índole, pues de alguna manera, enfrenta y pone cara a cara, con crudeza muchas veces, lo que por momentos, convierte al autor en un notario de la vida.


La guerra de Crimea documentada por Roger Fenton, se limitó a documentar la cotidianidad en los campamentos de guerra.
Cuando la fotografía se desarrolla y adquiere las posibilidades de poder salir del estudio a las calles, los fotógrafos comienzan a documentar momentos urbanos. Algunos trasladan sus abarrotes a otros escenarios menos cómodos y así, aparecen en escena nombres como el Roger Fenton, que es hoy reconocido como el primer reportero de guerra, al ser enviado a comienzos de 1855 a documentar momentos de la Guerra de Crimea, donde tanto por las limitaciones técnicas, como por las directrices políticas de no visualizar instantes dolorosos de la guerra, para en palabras de la Casa Real Británica, no angustiar a las familias de los soldados y afectar el espíritu triunfal de los ciudadanos, este reporte se limitó a documentar la vida cotidiana en los campamentos armados en las zonas aledañas al campo de batalla.
Con el lanzamiento al mercado de la Vest Pocked Camara, patentada por George Eastman Kodak, comienza un nuevo capítulo del documentalismo fotográfico, con la venta de casi dos millones de cámaras de bolsillo, las cuales incluían su revelado. La multitud de registros fotográficos de distintos momentos durante la primera guerra mundial, podría bien llamarse el inicio del fenómeno viral de la imagen fotográfica.

Mujeres alemanas esculcan entre la basura, en búsqueda de restos de comida para alimentar a sus familias. El drama de la cara real de la guerra, revelada gracias a la fotografía.
La fotografía documental adquiere su mayoría de edad con el trabajo realizado en Norteamérica por la fotógrafa Dorothea Lange, quien recibe la misión de parte del gobierno norteamericano, de documentar la vida en los campos de pueblos y ciudades, durante la crítica instancia de la Gran Depresión.
Rostros que acuñan el dolor y la desesperanza, el hambre retratada, las miradas que se pierden en el infinito de las frustraciones, se registran magistralmente en la lente de esta reportera.

Madre con sus hijos, retrato de la Gran Depresión en la lente de Dorothea Lange
Quien definitivamente habría de marcar un antes y un después de la fotografía como documento social, sería el francés Henry Cartier Bresson, a quien la historia le daría el marco de distinción a su obra bajo la nominación del Momento Decisivo.
Un click que se convierte en una fotografía que obliga a ser vista, resume al extremo lo que significa la lectura crítica de sus imágenes, que no por gozar de una cuidadosa, pero al tiempo libre composición, deja de perder ese ¨instinto¨ que atrae y congracia la sensibilidad, con la realidad. Con la creación de agencia de noticias Magnum, proveedora esencialmente de noticias gráficas, el fotógrafo galo instaura una manera de ver la cotidianidad y de servir de espejo a una sociedad que se niega así misma.

En cualquier calle de la capital mejicana, fotografía social realizada
por Cartier Bresson.
La lista de autores más contemporáneos que han hecho de la fotografía social (no de sociedad), se vuelve literalmente interminable, por lo que considero en terminología jurídica, suficiente evidencia con este muy breve resumen histórico, hecho con la intensión de enmarcar el trabajo artístico, pero esencialmente documental y temáticamente social, del Maestro Héctor Cristancho.
HÁGASE LA LUZ
«Cuando algo está subexpuesto significa que le falta luz,
hay pocos detalles en las sombras»
Emilio Aparicio Rodríguez – Fotógrafo de Documental
Buscar la Luz es encontrar la verdad y encontrar la verdad es confrontar su opuesto. Dos puntos de la realidad que luego han de converger en un tercero que se cristaliza en lo que podría llamarse sin mayores pretensiones: LA OBRA.
La fotografía llegó a Héctor Cristancho o él llegó a la fotografía porque así debía ser. Porque ya existía la semilla sembrada y solo hacía falta que el terreno suficientemente abonado, alimentara la sien y brotara a la vida.
Primero fue el paisaje, porque en el paisaje estaba la resurrección de sus recuerdos de infancia, donde la evocación de la memoria lo trasladaba a los cultivos de cebada y trigo que en las montañas de Boyacá, constituían uno de los soportes de la economía campesina, le generaban emociones que se dilataban en el espíritu del niño de esos años, que hacía de esos paisajes solariegos el patio de sus recreos, un referente que sin duda, tal como si se tratara de una mitológica narración del Ave Fenix, revirtió en Cristancho una resurrección vital para su cotidianidad.

El humanismo, una corriente filosófica basada en la honra del valor del ser humano en todas sus facetas. En cada fotografía realizada por Cristancho, se desprende un alto contenido de sensibilidad en procura de hacer valer al otro y en el caso de los habitantes de calle, darle presencia a quien muchas veces no existe, estando más que presente.
El iniciático aprendiz de fotógrafo desanduvo sobre sus pasos, volvió a los parajes de su infancia, volvió a trasegar las veredas, pueblos y campos tan fieles en su mente y alma, ahora abiertos de par en par, que operaba en su cámara de par manera a la mismísima lámpara de Aladino, tras cada obturación se hacía posible en su espíritu la libertad del alma, de la mente y esencialmente de una renovada sensibilidad.
Amparado por la magia de este renacer, recorrió los paisajes de su Boyacá nativo, indagó sobre las técnicas y los secretos que podrían revelarse con el uso adecuado de una cámara e hizo del paisaje nocturno su primer laboratorio para encontrar la esencia de la luz. Descubrió las maravillas del tesoro que resguardan las montañas de Santurbán y no se cuantas instancias más, le fueron dando confianza en ese descubrirse a sí mismo a través de la fotografía.

El diálogo de los silenciados, se revive en la oportuna fotografía del silencioso fotógrafo que sin interrumpir la privacidad de sus protagonistas, corre la cortina que separa la sociedad de las sombras.
PRESENCIA Y NO PRESENCIA
“No puedo como fotógrafo encontrar soluciones, sin embargo, sí puedo señalar los problemas para que la gente que está arriba
piense y haga algo al respecto”.
Aaron Draper – Fotógrafo Social y Documentalista
De alguna manera, he tenido la grata experiencia de poder vivir varias de las etapas que configuraron este renacimiento hacia el arte a través de la fotografía, convertida en el lenguaje, hoy más grande y posesionado que la misma palabra, para un hombre que tras su exitoso perfil, conserva la presencia de la provincia, del sacrificio, de la tenacidad y de ese saber que siempre habrá un mañana para llegar a la meta.
Haciendo parte del colectivo fotográfico Matiz, compartiendo con otros iniciados y aprendiendo del fotógrafo Freddy Barbosa, otro de sus maestros, descubre el poder de la cámara ya no solo para ser la piedra filosofal que le permitiera repasar los pasos dados, sino la virtuosidad de hacer de ese aparato poderoso, un crisol para fraguar el diario vivir de una sociedad.
Jugó en dos mesas distintas del mismo casino social: en la de la prostitución y en la de la indigencia. En el primero, se acercó al mundo de la carne y de los deseos, no para distraernos en el paganismo del placer que la apariencia relaciona a ellos, sino para mostrarnos la cara y en especial el alma de Ana T, la ramera que ejerce una actividad que con hipocresía la sociedad disfruta en el intercambio de dinero, licor y droga a cambio de sexo, pero que cumplido el intercambio, se hace la luz en medio de la oscuridad, permitiendo al fotógrafo Cristancho, narrarnos visualmente, una historia desconocida, cargada de dolor, cruzada de cicatrices, angustiante en la narrativa de lo esencialmente válido en este proceso, que no es otra cosa que el desenmascarar sel dolor y la desesperanza, ataviadas entre el carmesí que exalta unos labios, la voluptuosidad de un descote, la sinuosidad de una falda que invita a mirar e imaginar el seductor camino hacia el placer y toda la restante escenografía que le es común a este universo.
En la siguiente mesa, el fotógrafo vuelve con su cámara a lanzar los dados para darle luz a otra parte de la oscuridad, aquella que la sociedad desconoce que existe tras cada hombre, mujer y niño; invisibles todos y que configuran ese ejército social de los indeseables, de los bien catalogados por Víctor Hugo como Los Miserables, los protagonistas de la Nom Presentia.

Tras ese mendrugo de pan que reclama el indigente, hay un clamor quizá mayor, el pedir de esa mano que alarga la limosna, la posibilidad de una mirada o mejor de una sonrisa, hechos que subrayan el reconocimiento del otro.
No hay forma distinta de subrayar la esencia de lo que nos descubre el trabajo artístico y documental de Cristancho, que la de hacer el curso que invita el viajar a través de sus fotografías, muchas de ellas haciendo parte de esta revista que hoy usted seguramente estará hojeando, con la certeza que al detener la mirada en una cualquiera de las muchas fotografías que desfilan página tras página, usted está haciendo el milagro de darle presencia a lo que hasta ahora carecía de ella.
De alguna manera, Héctor Cristancho ha hecho a través de su trabajo, el milagro de la resurrección en cada alma, en cada hombre o mujer que retrató, pero en especial, de una sociedad que posiblemente se toque, ante la fuerza y la invitación al diálogo con la sensibilidad social que reclama cada registro.
Termino con una frase del Retratista de los Sin Nada, como se le conoce al fotógrafo inglés Lee Jeffries:
«Algunos lloran y casi todos agradecen dejar de ser vistos como nadie, pues detrás de cada uno hay una dramática historia y una simple foto los hace protagonistas«
¨Es permitido utilizar obras literarias o artísticas o parte de ellas, a título de ilustración en obras destinadas a la enseñanza por medio de publicaciones, emisiones de radiodifusión o grabaciones sonoras o visuales, dentro de los límites justificados por el fin propuesto, o comunicar con propósitos de enseñanza la obra radiodifundida para fines escolares, educativos, universitarios y de formación profesional sin fines de lucro, con la obligación de mencionar el nombre del autor y el título de las obras así utilizadas.¨

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