REFLEXIONES SOBRE LA DESIGUALDAD SOCIAL

Por: GERMÁN DARÍO LEURO CASAS

Es indudable que el estallido social que se ha producido en Colombia, no es otra cosa que la manifestación cruda de las condiciones de profunda desigualdad a que está sometida la gran mayoría de sus habitantes; no por nada nuestro país es considerado como uno de los más desiguales del mundo, número 16 en el mundo y 4 en América Latina, según cifras del Banco Mundial (2021). Sin embargo, frente a esta cruda realidad, vale la pena reflexionar teniendo en cuenta que se trata de un fenómeno de injusticia social, que viene desde la conquista y que lamentablemente el advenimiento de la República no ha podido resolver. Solo así se puede entender cómo unos funcionarios públicos tan inteligentes y muy bien educados como el ministro de Hacienda en su momento, Alberto Carrasquilla y su equipo de colaboradores, hayan creído con fundamento muy seguramente en teorías, modelos económicos y estudios muy sofisticados que el grave problema del déficit fiscal causado por la actual pandemia, podría resolverse cargando con más impuestos a un pueblo agobiado y empobrecido, sin percatarse como si fueran ingenuos, que los siempre afectados no iban a reaccionar.

¿Cómo fue eso posible? Quizás la causa fue el paradigma de Estado imperante, consistente en resolver los problemas sociales con soluciones concebidas de arriba hacia abajo en oficinas en Bogotá, por expertos para inexpertos, por ricos para pobres, por soberbios para humildes, por émulos del rey Epulón para miserables y por insensibles para adoloridos. Ese paradigma, se ha demostrado que no funciona, que las soluciones resultan costosas, inefectivas y muchas veces crueles porque ilusionan, provocan y después fracasan con ayuda de la ineficiencia, la indolencia, la politiquería, la corrupción y demás lacras del aparato de un Estado centralista y oligárquico, enfermo desde su origen, reproductor de la lucha de clases heredada de los españoles y que institucionaliza la desigualdad.

Se pregona por parte del gobierno que los programas sociales supuestamente consultan la opinión de los potenciales beneficiarios y se diseñan de manera participativa; la realidad es que lo que se decide en los círculos de poder, es lo que se hace, lo demás es cuestión de cumplir con los requisitos sin realmente cumplirlos, práctica que eficientemente manejan los corruptos.

Para entender un poco mejor esta penosa realidad es necesario comprender que la desigualdad social es producto de seres inteligentes y que histórica y aun antropológicamente, es la manifestación del ejercicio de diferentes formas de poder: el poder de la fuerza, el poder de la tierra, el poder del capital y el poder de la información y del conocimiento.  A continuación, se intentará demostrar cómo esas formas de poder son una causa eficiente de este lamentable fenómeno.

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Con el poder de la fuerza, ejercida inteligentemente, la especie humana, débil, dependiente y timorata, comparada con otras especies de la naturaleza, logró rápidamente ubicarse en la cima de la cadena alimenticia convirtiéndose en la especie más poderosa (y peligrosa) del planeta, más aún, cuando en un punto localizado hace unos 70.000 años empieza “a hacer cosas muy especiales”, representadas por todo tipo de inventos: barcas, lámparas, agujas, arte, organización social, música, etc., dando origen a lo que muchos denominan la revolución cognitiva (Harari, p 32).

Desde entonces, al no tener una mayor oposición por parte de las demás especies, la humana, se ha convertido en una victimaria sistemática, destruyendo paulatinamente el delicado equilibrio ecológico construido por la naturaleza a lo largo de muchos millones de años, haciéndose responsable, no sólo, de la desaparición de numerosas especies, sino provocando desórdenes ambientales y de convivencia entre congéneres, de tal forma que está poniendo en riesgo su propia supervivencia y, quizás, la del planeta como maravilloso ecosistema.

Con este tipo de poder fue posible la conquista de nuestro territorio por parte de los españoles, la posterior independencia y la consolidación de una oligarquía que se mantiene vigente y que lo ejerce a discreción como lo estamos evidenciando en este momento. Lo lamentable es que el uso de la fuerza es una manifestación de las profundas desigualdades sociales que nos aquejan y se ha convertido en un rasgo propio de nuestra cultura, que no tiene distingo de clase y se usa para toda suerte de propósitos.

El poder de la tierra emerge con el descubrimiento de la agricultura, en la que la especie humana encontró una forma de producir alimentos en cantidades que superaban las necesidades, produciendo excedentes que podrían ser objeto de intercambio por otros productos necesarios y, por ende, abriendo el camino para el inicio de las actividades de comercio y con éllas, para grandes inventos como la moneda, los préstamos (bancos primitivos), los seguros, los números, la contabilidad, la estadística, el correo, el arado y múltiples herramientas para diversos usos.

Con ello se dio origen a la revolución agrícola. Surgen oficios como el agricultor, el comerciante, el mercader, el panadero, el herrero, el carpintero, el constructor, el sastre, el carnicero, el médico o curandero, entre muchos otros y que con el tiempo dieron origen a la industria, el comercio y los servicios. De estas formas cada vez más evolucionadas de organización, surgieron las ciudades y los imperios, gracias a la generación de riqueza, producto de la explotación agrícola.

Las extraordinarias obras de ingeniería fueron posibles. Una característica predominante en esta época, era el trabajo esclavo: el dueño de la tierra, normalmente el rey, el emperador, el jefe militar, el gobernador, el señor feudal, acudían a pobladores de sus territorios o a cautivos en territorios conquistados para utilizarlos por la fuerza para el trabajo en el campo. También era común que esclavos libres e integrantes de las clases sociales inferiores se hicieran cargo de los oficios artesanales y de los servicios, conformando con el tiempo grupos organizados de pequeños empresarios denominados gremios, origen primigenio de los sindicatos, dispuestos para la defensa de sus intereses.  A finales de la edad media surge el concepto de taller para referirse al lugar donde se realizaban los oficios y con éste, el de maestro, oficial, y aprendiz, vigentes hasta el presente.

Con el tiempo los gremios junto con los comerciantes tendrían un protagonismo notable en la caída de la monarquía, a tal grado que se dice que la promoción de las ideas liberales estuvo a cargo de éstos junto con los intelectuales, en contra de las ideas pro-monárquicas (conservadoras). En este momento de la historia, las desigualdades sociales se hicieron más profundas y, si bien el poder terrateniente (feudal) fue menoscabado, la tenencia de la tierra y el poder que ello otorga sigue vigente, ambientado y promovido por el nuevo poder emergente del capitalismo, dando origen a lo que se conoce en la actualidad como la geopolítica, ejercida  por los países más poderosos del mundo como China, Rusia y Estados Unidos, en disputa por el control de otros países en función del usufructo de sus recursos naturales.

Dentro de este panorama, Colombia presenta unas características especiales por cuanto, desde el mismo origen de la República, el poder de la tierra ha dado origen a innumerables conflictos, crímenes e injusticias que propiciaron la lucha guerrillera por parte de los desposeídos y violentados y la lucha paramilitar por parte de los terratenientes y despojadores, ahondando y perpetuando la desigualdad e injusticia social.

El poder del capital inició su auge con la revolución industrial bajo las mismas condiciones sociales generadas por la revolución agrícola, laxas y permisivas para los poderosos y estrictas y represivas para los demás, favoreciendo con ello la explotación del trabajo y con sus extraordinarios desarrollos, un creciente malestar de los trabajadores que propició el surgimiento del movimiento obrero, primero, con la organización de éstos en gremios y asociaciones, segundo, con la fundación de sindicatos como instrumentos de reivindicación de sus derechos y, tercero, con la organización de partidos políticos que habrían de ser grandes protagonistas de la historia mundial de los últimos doscientos setenta años.

De esta forma surgen dos grandes concepciones políticas, sociales y económicas: el capitalismo que, como su nombre lo indica, defiende los intereses del capital y el socialismo, que defiende los intereses de los trabajadores y de las clases menos favorecidas. Los partidos obreros y laboristas, existentes hasta el presente son considerados como de izquierda y los que defienden el establecimiento o statu quo, como de derecha. En 1917 la revolución bolchevique, promovida en Rusia por el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, da origen al comunismo que dividiría el mundo en dos grandes bloques y, paradójicamente, en dos grandes dictaduras: la de los dueños del capital y la de los trabajadores, ambas, igualmente causantes de conflictos, injusticias, excesos y guerras, muchas de ellas fratricidas.

Con la caída de la Unión Soviética en 1990, el comunismo pierde influencia en el mundo, pero su fundamento ideológico, el socialismo, mantiene vigencia, alimenta los movimientos de izquierda y mueve los hilos de la geopolítica. En Colombia, la confrontación entre las fuerzas del statu quo y las de la izquierda, han polarizado al país y han sacado a flote todas las inconformidades tanto de indígenas, campesinos, jóvenes y trabajadores como de empresarios y terratenientes, generando una creciente y preocupante tensión entre los dos extremos de la desigualdad social. Para formarse una idea de cómo los intereses del capital prevalecen sobre los de la mayoría de la sociedad, se analizará el cambio que han tenido en los últimos veinte años tres indicadores económicos de común usanza, como los son el Producto Interno Bruto (PIB), que muestra el valor total de los bienes y servicios finales producidos por el país, durante un tiempo determinado, el Producto Interno Bruto per cápita (PIB per cápita) o Ingreso per cápita o renta per cápita que mide la relación existente entre el PIB del país y su población.

Para ello se divide el Producto Interno Bruto (PIB) entre el número de habitantes y el índice de Gini, que mide hasta qué punto la distribución del ingreso (o, en algunos casos, el gasto de consumo) entre individuos u hogares dentro de una economía, se aleja de una distribución perfectamente equitativa; su valor va de 0 a 100, siendo 0 equidad o igualdad perfecta y 100 inequidad o desigualdad perfecta. En el siguiente cuadro se muestra tal cambio.

IndicadorValor en 1990 Valor en 2019% de cambio en el periodo

PIB*

(millones UMN)

418.272881.429+ 111%

PIB per cápita*

(miles UMN)

10.72517.510+ 63%
Índice de Gini58.751.3– 13%

* A precios constantes. UMN: Unidades de moneda nacional)             Fuente: Banco Mundial (2021)

Como puede apreciarse, en los últimos 20 años la dinámica económica ha sido importante pues se ha duplicado el PIB, mientras que el PIB o Ingreso per cápita, creció en un 63%. Con esos resultados tan interesantes, era de esperarse que las desigualdades e injusticias sociales hubieran tenido un cambio proporcionalmente positivo, sin embargo y lamentablemente, al revisar el comportamiento del índice de GINI, se evidencia que eso no ha sido así, puesto que la inequidad o desigualdad sólo se redujo en un 13%.

Para entender un poco más el significado de estas cifras consideremos el siguiente ejemplo sencillo: un empresario audaz se jacta de que, en promedio, cada uno de los 10 trabajadores de su empresa, incluido él, devenga en promedio un sueldo de $2.400.000 mensuales. Al revisar la nómina, la realidad es que sus nueve trabajadores ganan $1.000.000 mensuales cada uno y el gerente $15.000.000 mensuales, eso quiere decir que éste se lleva, en realidad, el 63% del valor de nómina y no el 10% como aseguraba, mientras que los 9 trabajadores restantes se reparten el 37% restante, es decir, que a cada trabajador le corresponde sólo el 7% de la misma, en unas condiciones notables de desigualdad.

Lo mismo sucede en Colombia con el PIB o Ingreso per cápita y, eso quiere decir que, al no haber una mejor distribución de la riqueza generada por la economía, lo que se ha producido es, realmente, una concentración de riqueza en pocas manos, manteniendo las condiciones de desigualdad social.  Aclaro que no soy economista, pero sí creo tener algo de sentido común.

Finalmente, en lo que corresponde al poder del conocimiento y de la información, hay que decir que es generado por una nueva revolución que se desencadenó: la aparición del computador y la Internet, con los efectos que hoy todos conocemos y aprovechamos para bien y para mal. La importancia de este poder explica cómo los más importantes y tradicionales medios de comunicación están en manos de los empresarios más poderosos del país: El Tiempo, Portafolio, Revista Motor (Luis Carlos Sarmiento Angulo), RCN radio y televisión, NTN 24, Win Sports (Carlos Ardila Lülle), Caracol Televisión, El Espectador, Blu Radio, Cromos (Alejandro Santodomingo), Revista Semana (Jaime Gilinski).

Ahora bien, teniendo en cuenta que los medios de comunicación eran en el pasado medios de investigación, denuncia e información, libres e independientes, ya se podrá comprender la importancia de controlarlos por los depositarios del poder. Frente a este panorama lo único que queda como contrapeso son las redes sociales con todas sus bondades y defectos, cuyo poder de información (y de desinformación) se ha hecho evidente no sólo en Colombia sino en todo el planeta.

Dicho todo lo anterior y a manera de conclusión, hay que entender, con cierta dosis de pesimismo, que las posibilidades de resolver estructural y pacíficamente las actuales condiciones de desigualdad e injusticia social, son cada vez menores por cuanto el poder de la fuerza, el poder de la tierra, el poder del capital y el poder de las comunicaciones, fácilmente se suman cuando se trata de defender privilegios, tal como lo hemos y lo estamos experimentado.

Bibliografía

Harari, Y. N. (2013). De animales a dioses. Bogotá: Penguin Random House Grupo Editorial.

Mundial, B. (2021). Banco Mundial. Obtenido de https://datos.bancomundial.org/pais/colombia

Mundial, B. (2021). The World Bank. Obtenido de  http://iresearch.worldbank.org/PovcalNet/index.htm

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