NUEVOS RETOS EN MATERIA DE EDUCACIÓN

Por: Hernán Alejandro Olano García
Rector Institución Universitaria Colegios de Colombia – UNICOC

La pandemia del COVID-19 ha generado nuevos y múltiples desafíos para todos los países del mundo, pero especialmente para los de América Latina y el Caribe, con impactos aún impredecibles en el logro de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

El mundo corre grave peligro de padecer epidemias o pandemias de alcance regional o mundial y de consecuencias devastadoras, no solo en términos de pérdida de vidas humanas sino de desestabilización económica y caos social.

Dicha vulnerabilidad se ve acrecentada por un aumento de los brotes que tienen lugar en el contexto de complejas emergencias humanitarias, así como por una convergencia sin precedentes de tendencias de carácter ecológico, político, económico y social, entre las que cabe mencionar el crecimiento demográfico, la progresiva urbanización, la integración mundial de la economía, la aceleración y generalización de los desplazamientos, los conflictos, las migraciones y el cambio climático, que también afectan el sector educativo, tanto a nivel escolar, como universitario.

Son varios los renglones de la economía que se verán seriamente afectados con la pandemia del coronavirus y las consecuentes medidas que los gobiernos se han visto obligados a tomar para salvar la vida de infinidad de personas y contener la expansión destructora y vertiginosa que tiene el virus. Entre las instituciones más débiles frente a lo que padecemos y a las medidas tomadas, se encuentran los colegios y las universidades privadas, que han sido presas fáciles de la debacle económica que se avizora, más cuando casi todas dependen de sus matrículas.

Las secuelas de la pandemia amenazan la estabilidad de las plazas docentes Muchos estudiantes y padres de familia han perdido sus empleos, sin olvidar que desde hace unos años viene un fenómeno mundial de disminución de la población y este decrecimiento es previendo que el coronavirus cese en su expansión.

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No sólo se trata, por tanto, de tener proyectos. Muchas veces se tienen y se elaboran a la luz de convocatorias o de la iniciativa de un profesor concreto. Se trata de que esos proyectos hayan sido asumidos por todos y en su realización se sientan implicados. Los pilares en los que se apoya una organización que educa y nuestras necesidades de aprendizaje se fundamentan a partir de seis principios:

• Ejemplaridad. La apertura a la crítica es una de las maneras que más se relacionan con la apertura mental y la humildad a que conduce el aprendizaje.
• Felicidad. Una práctica abierta a la discusión, el diálogo, el trabajo colectivo, etc. permite recuperar en el profesorado la ilusión por la enseñanza aprendizaje.
• Perfectibilidad. Todo es perfeccionable; sin embargo, parece importante primar los procesos que impliquen participación y aprendizaje compartido.
• Profesionalidad. Asumiendo que se puede aprender de muchas maneras, una de las más eficaces se relaciona con el aprendizaje que se vincula a una reflexión rigurosa, compartida y constante sobre la práctica profesional.
• Racionalidad. Si nos proponemos metas, es lógico que verifiquemos su nivel de realización; por otra parte, resulta imprescindible el estar al día en el desarrollo de los conocimientos científicos, pedagógicos, organizativos u otros que afecten a la institución y a sus profesionales.
• Responsabilidad. La actividad académica es una actividad comprometida con las personas y la sociedad, lo que exige tener en cuenta las repercusiones que se derivan de un proceder, de un enfoque o de un modo de relación.

El contenido del aprendizaje puede ser muy diverso, centrándose en la naturaleza y las características de los estudiantes, en los procesos y resultados del aprendizaje, en el desarrollo de los planteamientos institucionales, en el funcionamiento de las estructuras de funcionamiento, en el clima y la cultura subyacentes, en las demandas sociales, en los requerimientos del sistema educativo, etc.; pero, sea como sea, lo importante será analizar si la institución ha avanzado respecto a lo que hacía con anterioridad y estudiar su capacidad para incorporar los progresos que las diferentes ciencias de la educación aportan.

Pero más allá de la existencia y la realización de proyectos, podemos entender como un compromiso de las organizaciones e institucionalizar los cambios que progresivamente se vayan planteando. La existencia de mecanismos de autoevaluación institucional y de un claro compromiso político con el cambio resulta, al respecto, una necesidad ineludible.

La organización autocualificante, o la también llamada «organización que aprende», se sitúa en un nivel que pocas instituciones alcanzan, y es que instaurar, aplicar y utilizar mecanismos de evaluación en la perspectiva del cambio, exige de actitudes personales y de procesos de seguimiento y evaluación que chocan con nuestra tradición y forma de hacer en las organizaciones.

En relación con estos temas, debemos preguntarnos:

• ¿Cómo generar escenarios de pago o financiación?
• ¿Cómo institucionalizar la función prospectiva en los países de la región?
• ¿Cómo podemos garantizar la calidad de la educación apoyando la no presencialidad por medio de herramientas tecnológicas?
• ¿Cómo presentar la monetización de este tipo de servicio educativo en tiempos en donde los estudiantes exigen lo presencial?
• ¿Cómo se sienten los estudiantes con esta nueva realidad?
• ¿De quién es la responsabilidad de que no se hayan considerado las alertas prospectivas? ¿De la prospectiva? ¿De la planificación? ¿De la gestión? ¿De los políticos, ciudadanos, liderazgos u otros?
• ¿Podemos asegurar la calidad de la nueva educación y un aprendizaje de calidad? ¿Cómo se lo garantizamos a los estudiantes?

Los colegios y las IES no son la excepción y el confinamiento nos ha llevado a dejar la presencialidad en la educación y a utilizar herramientas tecnológicas para llevar a los estudiantes el conocimiento que antes realizábamos frente a ellos.

Sin embargo, ¿cuáles son las medidas urgentes?

• Abrirse al entorno y trabajar en Red. Un compromiso claro en el aprendizaje, que potencie lo personal y lo grupal.
• Asumir la diversidad de enfoques. Las instituciones de financiación deben vincular la preparación con la planificación de los riesgos económicos, así como generar incentivos e incrementar la financiación para la preparación.
• Liderazgo para impulsar el progreso y, reforzar los éxitos, mediante su reconocimiento, así como aplicar la progresividad en la aplicación de las diferentes estrategias y coordinación de ritmos de cambio.
• Los Consejos Superiores y Directivos de los colegios y universidades deben comprometerse e invertir y sincronizar a todos los niveles de la organización. Un equipo directivo que comunique una visión clara de lo que es una organización inteligente, que se involucre de forma consecuente y que apoye el proceso de forma sistemática y visible.
• Los países y las organizaciones regionales deben dar ejemplo al sector educativo. Los Estados Miembros del G7, G20 y G77, y las demás organizaciones intergubernamentales regionales, deben cumplir los compromisos políticos y financieros adquiridos con respecto a la preparación y acordar supervisar sistemáticamente los progresos durante sus reuniones anuales.
• Utilizar el ejemplo de otras situaciones o de personas con credibilidad. La capacidad de adaptación rápida, esto es, de asimilar en poco tiempo nuevas ideas y de transformarlas en beneficio de la organización y de sus fines, es consecuencia de la capacidad de aprender, pero también del deseo de progresar y crecer. Pero: Prepararse para lo peor. La propagación rápida de una pandemia debida a un patógeno respiratorio letal (de origen natural o liberado accidental o intencionadamente) conlleva requisitos adicionales de preparación.

Si es así, tiene sentido pensar que en este escenario sólo sobrevivirán las instituciones educativas capaces de renovarse y reinventarse de forma continua, que tienen unas estrategias ante el permanente cambio del entorno. En esta perspectiva, ¿puede ser realmente útil e importante la organización que aprende?, ¿es una posible respuesta o tan sólo una moda?

Conseguir y mantener la organización como estructura de referencia que se perfecciona continuamente no es algo aleatorio, sino el resultado feliz de la confluencia de los siguientes factores:

• formación (como adecuación constante de los recursos humanos a las nuevas necesidades personales e institucionales);
• perseverancia y compromiso con el cambio (el aprendizaje colectivo exige desaprenderse de modos de comportamiento anteriores y va acompañado de la pérdida de seguridad que se tenía, no es de extrañar que abunden períodos de incertidumbre);
• planificación (incluye diagnóstico, programas de intervención y autoevaluación permanente); y,
• tiempo (si concluimos que los cambios son procesos).

Así, los grandes procesos que podemos identificar en la cultura interna de los Colegios y Universidades para la Pospandemia, para la <>, son:

• Aprender de otros y de experiencias pasadas.
• Experimentación con nuevos enfoques.
• Resolución sistemática de problemas, relacionados con el diagnóstico de éstos y la capacidad para resolverlos mediante técnicas adecuadas y la existencia de un modo de pensar y actuar.
• Transferir conocimiento a toda la organización y a sus integrantes.

¿Cómo cambió la cultura organizacional en el sector educativo? Esa cultura organizacional se refiere al conjunto de normas, creencias, asunciones y prácticas, resultado de la interacción entre los miembros de una organización y de la influencia del entorno, que definen un determinado modo de hacer. La organización que aprende enlaza, por lo menos en su filosofía, con una concepción educativa y de la enseñanza que tiene en cuenta el carácter multidimensional y multifacético de la realidad. Se parte de las concepciones anteriores, pero se integran en el marco de los intercambios sociales que se dan dentro y fuera de la institución.

Hay una preocupación por variables situacionales y por el dinamismo de la realidad. Las organizaciones educativas están actualmente, más que nunca, expuestas al cambio y a la incertidumbre.

Según la UNESCO, 24 millones de estudiantes de educación superior y un millón y medio de docentes universitarios se han visto afectados directamente por el cierre temporal e indefinido de las instituciones de educación superior, urgida por el principio de salvaguarda de la salud de la comunidad universitaria, a causa de la pandemia de la Coronavirus tipo Covid-19, lo cual ha propiciado una revolución significativa en la forma que hacemos y entendemos la Educación Superior, donde lo más importante, ha sido la habilidad para reaccionar, gracias a la formación en ambientes virtuales de aprendizaje – AVA para nuestros profesores, tan solo con la actualización del manejo de las plataformas Zoom y Moodle, en el marco de mejorar la calidad educativa.

El Documento CONPES 3988 del pasado 31 de marzo de 2020, fue premonitorio en cuanto a la transformación de la educación y lo que vendría con la pandemia, puesto que en Colombia, por más de dos décadas se ha apostado por la integración de las TIC en los procesos educativos y las Universidades no ha sido ajenas a ello, tanto que los avances de la cuarta revolución industrial nos permiten continuar con la creación de tecnologías digitales emergentes como la realidad virtual, computación en la nube, realidad aumentada, libros digitales, entre otros, que habilitan la transformación de las prácticas de aprendizaje y sobre los cuales esperamos fortalecer nuestra oferta este mismo año.

Esas tecnologías digitales facilitan la conformación de entornos que permiten desarrollar experiencias significativas de aprendizaje. Para muchos, la primera dificultad fue someterse a la presencialidad asistida por virtualidad, a las extensas jornadas frente al computador –cuando se tenía-, a la “caída” de la internet, al cúmulo de tareas que los docentes asignaban durante la sesión sincrónica para desarrollar en la sesión asincrónica, así como en las horas de trabajo independiente que definen los créditos de cada asignatura, pero, ante los reclamos, la realidad y finalmente las nuevas perspectivas de una mediación virtual, la alternancia de la presencialidad –blended learning- y la renovación de los materiales de las asignaturas por los docentes, pues en bastantes instituciones, se ha generado lo que se ha dado en llamar Corona teaching, que no es otra cosa que la expresión aplicable a estudiantes y docentes de sentirse abrumados con el nuevo sistema, así como con la utilización de los recursos tecnológicos disponibles para recibir o dictar sus cursos, como si siguieran en situación de aula física.

Somos ahora una sociedad digital, que se define como la sociedad moderna que integra y adopta las tecnologías de la información y las comunicaciones en el hogar, el trabajo, la educación, la política y la recreación.

Los líderes de gestión hemos tenido que enfrentarnos a la presión de modificar la estructura presencial a virtual o apoyo en línea para el complemento del aprendizaje y de los recursos educativos más modernos y renovados para una transformación educativa radical.

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