EDITORIAL
VOTAR POR QUIEN TOCA, VOTAR P0R CUALQUIERA, VOTAR POR QUIEN QUIERO.
Esta época electoral es propicia para examinar la cultura política de los colombianos y fácil es concluir que se trata de una asignatura pendiente, dentro de muchas otras, en la formación del ciudadano.
En tiempos más primitivos aún se votaba por los colores de las banderas rojas o azules, previo aprendizaje de odio contra el contrario, trasmitido de generación en generación, sin ninguna fundamentación ideológica.
La política era un acto de violencia contra el opositor; la muerte, el despojo, el desplazamiento y el desprecio por el otro, hacían parte del armamento logístico de las organizaciones políticas. El Estado y el gobierno eran botín de guerra contra quienes no eran sus partidarios, la Iglesia Católica tomaba parte en la contienda y el púlpito y el confesionario fueron sus armas poderosas para infundir el temor divino y obligar a sus fieles a votar por quien éllos querían; llegaron a afirmar que votar por el contrario era pecado.
Mientras el pueblo se mataba por unos colores políticos, los gamonales y líderes se favorecían, la esencia del conflicto político sólo traía beneficios de enriquecimiento para los poderosos, quienes se quedaban con las tierras de los campesinos perseguidos y desalojados.

Electoralmente era un votar inconsciente por quien toca, no había ninguna capacidad de reflexión sobre las virtudes de un candidato ni sobre un programa de un partido, los rojos votaban rojo y los azules, azul.
El votar por quien toca ha continuado teniendo expresiones aún más siniestras con el auge del paramilitarismo y el narcotráfico, que se caracterizan por la dominación territorial violenta, contando con la anuencia criminal de las Fuerzas Armadas y del Estado. En torno a estos grupos han medrado politiqueros que se han aliado en forma criminal con estas fuerzas oscuras, para obligar a las gentes del común a votar por éllos en la más dramática expresión de votar por quien toca.
Algunos empresarios en abuso de su capacidad económica y laboral, se sienten con el derecho de obligar a sus empleados y dependientes a votar por quien éllos ordenen que se vote, so pena de perder el empleo, además, estas prácticas siguen utilizándose desde las más altas esferas del Estado hasta el más humilde de los municipios, porque su control burocrático sigue siendo entendido como un botín político.
Pero también existe un amplio grupo de ciudadanos que si bien no son objeto de obligada presión para votar, puesto que no tiene quién los obligue, pero quienes dada su ausencia de formación ciudadana, su marginalidad, pobreza, ignorancia, además del desapego absoluto por las gestas democráticas, de las cuales tampoco entienden absolutamente nada, en las elecciones saben que su voto vale un buen almuerzo y unos pocos pesos pagados por votar por cualquiera.
Esta práctica constituye una de las formas más deterioradas de la democracia, detrás de ella se encuentran los caciques políticos dueños de las empresas electorales, quienes sin una idea política, sin un programa de gobierno, sin una propuesta de bienestar, sin formación profesional y sin experiencia alguna, compran los votos de los ciudadanos ignorantes.
En estos casos los procesos electorales son una operación económica en donde se invierten altísimas sumas de dinero, financiado por inversionistas de dudosa procedencia, cuyos dineros serán reembolsados con el botín de la administración pública. El dinero prestado lo utiliza el aspirante al cargo público, para repartirlo entre los caciques que tienen organizados a los votantes, que han de votar por cualquiera a cambio de las miserables dádivas obtenidas por su voto.
Para los así elegidos, la Administración pública es un botín y cada nombramiento que se hace bajo su influencia, tiene un precio o cuota que se paga rigurosamente por el beneficiado, sea éste, personero, tesorero, notario etc.
Las elecciones libres y democráticas requieren que el ciudadano vote por quien quiera; éste ya es un logro esencial de la democracia. Pero en Colombia el número de votantes en libertad aún es reducido, además porque si bien el votar en ejercicio de su propia autonomía, es importante, debe decirse que el verdadero voto libre, debe ser además consciente, esto sólo se logra cuando el ciudadano ha obtenido la información requerida sobre la vida y propuesta de los candidatos, se ha formado su propio criterio sobre la conveniencia para el país, la región o el municipio de la elección de un determinado candidato que considera el mejor. Lo hace entonces sin consideraciones distintas al bienestar general.
En Colombia debemos formar cultura política para que el ciudadano sepa que el voto es un ejercicio de su autonomía, que debe utilizar responsablemente.

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