Editorial: El Sueño Integracionista


Rodolfo Mantilla Jácome

La invención del Estado Nación constituyo el paso más importante de la burguesía para superar definitivamente el sistema económico político del feudalismo, con ello se dejaron atrás el mundo caótico de los feudos gobernados por señores dueños de las tierras y dominadores de los hombres llamados siervos de la gleba, sometidos a la más oprobiosa servidumbre.

El Estado Nación fue entonces el concepto político que utilizaron con éxito las monarquías en su alianza con la burguesía emergente, para organizar en forma adecuada el orden, político, económico y social, desde allí viene en su estructura básica que la componen un territorio que se gobierna con autonomía mediante el concepto de la soberanía,  la creación de los ejércitos nacionales requeridos para su defensa y los ciudadanos que habitan ese territorio, que independientemente de sus derechos tienen sentido de pertenencia y nacen y mueren con el sentimiento de defender al precio que sea su país. Todo esto viene acompañado del simbolismo necesario en los valores de patria, bandera, territorio.

La creación del Estado Nación dio paso al concepto de extranjero, que permite mirar a los otros como distintos y en ocasiones como enemigos, imponerles siempre un régimen diferente, prohibirles ingresar al territorio o permitirles hacerlos después de una serie de trámites, son todos estos elementos notorios del imperio conceptual del Estado Nación, que aún impera en el mundo a pesar de su vetustez y del progreso asombroso de la ciencia, la tecnología, los sistemas económicos, los derechos humanos.

En el caso particular de América latina ese proceso nos llegó impuesto culturalmente por los colonizadores y sin mayores argumentos de distinción esta parte del continente se llenó de patrias disímiles, de distanciamientos inexplicables, de tratamientos diferenciales, al final somos  mayoritariamente extranjeros. No es cuestión de idiomas porque todos somos latinos y con la excepción del portugués brasileño que no constituye una barrera esencial, los demás habitantes de este inmenso territorio hablamos el español, somos producto del mestizaje del intercambio genético con los europeos a partir de nuestra esencia aborigen que nos otorga la impronta de los hombres del maíz.

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Hoy somos extranjeros en América Latina, salvo algunos intentos por superar ese estado de cosas, la mayoría de ellos fallidos o a medio camino, nos movemos dentro de la desconexión más asombrosa, no tenemos una moneda única, no tenemos proyectos industriales  o agrícolas comunes, existen las fronteras para impedir, para coartar, para maltratar, no procuramos un sistema de educación común, un profesional de Honduras o de México no puede ejercer libremente su profesión en otro país latinoamericano, aún tenemos fuerzas armadas propias de cada país, porque eventualmente podemos usarlas contra el vecino que de extranjero pasa a ser nuestro enemigo, no existen eficientes vías de comunicación expeditas y libres en américa Latina y el transporte aéreo y las comunicaciones  por razón del concepto fronterizo tiene costos internacionales.

En este siglo XXI solo nos queda el camino de la integración que pasa por la implementación de instrumentos apropiados para unir a los pueblos da américa latina y generar una cultura de hermandad y de pertenencia no excluyente. Ese es el propósito.

 

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