El presente artículo recoge, desde la experiencia de la autora de cerca de dos décadas como docente rural, profesora de docentes en formación y tutora de docentes en ejercicio para la cualificación de sus prácticas de aula, unas reflexiones y propuestas sobre la educación pública y su posibilidad de ser un verdadero factor de trasformación social para los contextos en donde se imparte. Considero que con el conocimiento y cumplimiento de elementos claves de la política y la legislación educativa y la adopción de algunas estrategias puntuales a nivel del contexto, en la Institución Educativa (IE) y en el aula de clase, se potencializa exponencialmente la posibilidad de propiciar trasformaciones sociales.
Para tal propósito, se parte de la concepción acerca de los elementos centrales: educación y trasformación social. Luego se presenta brevemente el devenir histórico que ha rodeado la educación pública y la influencia de este en su papel de trasformador, así como algunos elementos claves que de ser apropiados y contextualizados, empoderarán la IE como factor de desarrollo en su área de influencia.
De otra parte, es importante clarificar la significación de dos conceptos centrales: educación y trasformación social. Por un lado, se entiende la educación como el acto de intervenir en la realidad de otro para transformarlo: su mente, sus creencias y formas de pensar, y, por ende, su futuro y el de su entorno. Por otro lado, la trasformación social puede ser definida como ese ideal o sueño de una sociedad más justa, equitativa y humana, donde todos tengan oportunidades de realización y contribuyan a formar un mejor país, especialmente en los contextos de mayor vulnerabilidad donde, por lo general, se imparte la educación pública.
Si bien la IE y los docentes suelen ser los únicos representantes del Estado en los lugares más lejanos de la geografía nacional, cabe preguntarse si su papel puede ser más relevante para lograr la trasformación social de sus entornos y por qué razón o razones, no lo ha conseguido con mayor impacto. A continuación, se analizan algunos elementos que pueden dar respuesta a la pregunta, comprender la situación y aportar soluciones.
Si bien puede parecer evidente la idea de que para lograr que la educación genere una trasformación social efectiva en sus contextos, se requiere que quienes la imparten conozcan e implementen lo contemplado en la legislación y la política educativa colombiana, la verdad es que, con frecuencia, esto no sucede de manera efectiva y esto se podría explicar, entre otras cosas, por la manera como algunos cambios y trasformaciones se han desarrollado: Hasta la década de los ochenta el sistema educativo colombiano fue bastante centralizado y prácticamente todas las decisiones eran tomadas desde el Ministerio de Educación Nacional (MEN): el diseño del currículo, la administración de las IEs, la adquisición y distribución de materiales, el nombramiento y capacitación docente, etc.
Pero, a partir de la Constitución de 1991 y la Ley 115 de 1994, bajo los principios de la democracia y el Estado Social de Derecho, se dio lugar a la descentralización del sector con una mayor participación ciudadana. Las IEs adquirieron autonomía para elaborar su Proyecto Educativo Institucional (PEI) y definir su plan de estudio, métodos pedagógicos y la manera de organizar su trabajo. Igualmente -y no menos importante- se constituyó el gobierno escolar que funciona a través de los diferentes organismos, en los que están representados todos los integrantes de la comunidad educativa, buscando garantizar su participación democrática en las decisiones institucionales.
Se pretendía con estas directrices que las IEs, de manera autónoma, democrática y participativa, concertaran con sus comunidades la identidad institucional y la manera como se proponían alcanzar los fines de la educación estipulados en la ley, teniendo en cuenta las condiciones económicas, sociales y culturales del entorno, para ofrecer una educación pertinente, que respondiera a las necesidades de los estudiantes, la comunidad local y el país.
Desafortunadamente, el ejercicio de la autonomía institucional, la participación democrática y la contextualización de la educación no se dio tal como se esperaba -más adelante se aventuran algunas explicaciones al respecto- y durante la primera década del presente siglo el MEN retoma (recentraliza) alguna de las funciones que había delegado y -entre otras medidas- define un sistema de aseguramiento de la calidad dividido en tres elementos: Referentes Nacionales: Estándares Básicos de Competencias (EBC), evaluación, y mejoramiento.
+En primer lugar, los Estándares Básicos de Competencias de las áreas básicas (lenguaje, matemáticas, ciencias naturales y sociales y competencias ciudadanas e inglés) que constituyen los criterios claros y públicos que especifican lo que los estudiantes deben saber y saber hacer con lo que aprenden, buscando cambiar el enfoque de trasmisión y memorización de contenidos por un enfoque en el desarrollo de competencias. En segundo lugar, la evaluación como mecanismo de diagnóstico que permite saber cómo se está frente a los objetivos y metas propuestos y tomar decisiones al respecto.
La novedad es que se evalúa todo el Sistema Educativo: el aprendizaje de los estudiantes, el desempeño de directivos y docentes y la propia Institución. Y como tercer y último elemento del ciclo de la calidad: el mejoramiento, que consiste en formular planes de mejora sobre la base en los resultados de las evaluaciones practicadas, ejecutarlos, y hacerles seguimiento, de manera que este ciclo se retroalimente en forma permanente. Para la puesta en marcha del sistema, nuevamente se hace énfasis en los principios de autonomía institucional, democracia participativa y la pertinencia de la educación impartida para su contexto.
Se podría pensar que a la luz de estas políticas y principios, estarían dadas las condiciones para que las IEs se constituyan en factor de cambio y transformación social, pero lo que se ha podido observar y corroborar es que estas políticas, principios y nuevas formas de trabajo no han sido suficientemente apropiadas y puestas en marcha al interior de éstas. Las causas se podrían encontrar, principalmente, en el hecho de que estas medidas, por buenas y deseables, representan un cambio de paradigma en las formas de trabajar y concebir la IE y los cambios -precisamente por las resistencias que generan- no se pueden implementar por leyes, directrices o decretos, sino que deben ser eficientemente direccionados y gestionados. Y estos procesos no se han dado, ni a nivel Estatal ni al interior de las IEs. Ni éstas ni el contexto sociocultural estaban preparados para la autonomía, la participación democrática, la autodirección, sino por el contrario, los intentos de implementar la nueva política educativa fue permeada por las viejas prácticas de autoritarismo, el hacer por cumplir pero sin mirada crítica ni proactiva y, el gobierno escolar -en cada estamento- resultó un mal remedo de los vicios de la democracia nacional: apatía y abstinencia para elegir y ser elegido, promesas incumplidas, baja o nula rendición de cuentas, falta de reglamentos y reglas claras para la acción, desconocimiento de las funciones, falta de consecuencias para las omisiones o faltas, etc.
A esto se le puede añadir la desconfianza generalizada que existe al interior del gremio sobre las directrices del Ministerio, en el sentido que son orientadas desde los escritorios, sin reconocimiento del contexto donde se deben implementar y que son improvisadas. Directivos y docentes suelen decir que cuando ellos ya han apropiado las orientaciones el Estado las cambia, por lo tanto, no vale la pena ni intentarlo.
Ahora bien, lo que se ha podido observar es que la implementación de estos principios y políticas cuando se llevan a cabo de manera crítica, participativa y proactiva, generan muy buenos resultados para el funcionamiento de la Institución, el clima laboral, los aprendizajes y el desarrollo humano de los estudiantes, las relaciones con el entorno, el sentido de pertenencia de la comunidad, etc. Por el contrario, en aquellas IEs donde se ignoran y se omiten reina el caos y la mediocridad con grave perjuicio para todos los implicados.
Y aunque es verdad que los cambios no suelen ser fáciles y la adopción de estos suelen generar resistencia, se ha podido evidenciar que la implementación de estas políticas y el uso adecuado de los mecanismos y directrices aportadas por el MEN, contribuyen eficientemente a la realización de la labor de las instituciones educativas y a la trasformación social que el país merece lograr.
A continuación, se comparten algunas estrategias y acciones y que han demostrado ser efectivas al momento de gestionar los cambios al interior de las IEs, generar sinergias, facilitar las labores y por ende, contribuir a la trasformación de los entornos.
En primer lugar, tener las reglas de juego claras, respecto a los funciones, derechos, deberes y consecuencias, y establecer mecanismos para dirimir los conflictos, facilitan enormemente el buen funcionamiento de la Institución. Se propone entonces el establecimiento del manual de funciones, el debido proceso y el comité de convivencia sobre la base en lo establecido en la legislación vigente. Esto permite tener claridad sobre lo que corresponde hacer y lo que no, contribuye a una dirección efectiva y soluciona muchos de los problemas de convivencia que suelen presentarse en la Institución por desconocimiento de los mismos.
Sería ideal que en la jornada de socialización y concertación de estos procesos se contara con la participación de representantes del sindicato de educadores y/o de las Secretarías de Educación para despejar dudas, apoyar el consenso, y proveer garantías a los docentes, directivos y demás trabajadores de las IEs.
Dentro del Sistema de Aseguramiento de la Calidad propuesto por el MEN, se encuentran dos mecanismos de gestión muy efectivos, a saber: La autoevaluación y el Plan de Mejoramiento Institucional (PMI) propuestos en la Guía 34. Cuando estos dos procesos se realizan con objetividad, con la participación de la comunidad educativa, y de manera consensuada, aportan a un cambio verdadero y un mayor compromiso institucional, y garantizan mantener un PEI en permanente revisión a fin de que sea pertinente para la Institución.
Algunas estrategias para garantizar la eficiencia de estos procesos son:
Al conformar los equipos de gestión, además de buscar la representación de los diferentes estamentos, es imperativo que participen los funcionarios relacionados con cada una de ellas. Es decir, el rector debe formar parte de la gestión directiva, el coordinador académico de dicha gestión, los funcionarios de apoyo participan en la gestión administrativa y el o la psicorientador (a) debe acompañar la gestión de la comunidad. En la medida de lo posible, los integrantes de cada gestión deben pertenecer varios años a la misma, con el fin de garantizar la continuidad de los procesos.
Al realizar la Autoevaluación Institucional, es necesario contar con las evidencias físicas que permitan llevar a cabo la valoración del proceso objetivamente.
La socialización de los resultados de la Autoevaluación por gestión y la priorización de factores críticos para la mejora, se debe hacer en asamblea general, donde se definen de manera consensuada las prioridades de actuación que se trabajarán en el PMI. Esto garantiza el compromiso de todos para el desarrollo de actividades de mejoramiento que requieran la actuación conjunta.
Al elaborar el PMI es importante que las acciones que se propongan sean viables, factibles y dependan totalmente para su realización de la IE. Se deben definir claramente responsables, recursos y fechas específicas para su realización.
En el cronograma institucional deben garantizarse espacios para la ejecución, socialización y seguimiento periódico de las acciones propuestas. Pueden ser en los microcentros -si se realizan-, en jornada complementaria, en las semanas de desarrollo institucional. Esta especie de rendición de cuentas por parte de los equipos de gestión garantizan su avance y realización.
Otra estrategia efectiva para garantizar la realización de las acciones propuestas en el PMI, sin recargar de trabajo a los docentes, es acordar que sean validadas como contribuciones para la evaluación de desempeño para quienes corresponda.
Cada IE está ubicada en un contexto social, cultural y productivo determinados. Por lo tanto, es importante la construcción de alianzas estratégicas y trabajo conjunto con las autoridades y entidades que ofrezcan servicios complementarios: nutrición, salud, trasporte, atención a necesidades educativas especiales (NEE), etc., que faciliten el afrontamiento de problemáticas que la IE no puede resolver por sí misma. Del mismo modo, resulta pertinente gestionar acciones que redunden en la realización de actividades deportivas, culturales, artísticas, de emprendimiento, etc., que integren al establecimiento en el contexto y con el sector productivo y generen identidad y sentido de pertenencia.
Igualmente, vale la pena destacar la importancia del reconocimiento y el enriquecimiento del entorno cultural a la hora de facilitar la trasformación social que pretende generarse. Por una parte, el rescate de los valores y saberes culturales, las tradiciones, las historias de vida, y el desarrollo del barrio o vereda, promueven el arraigo, la valoración y la construcción de identidad por parte de los estudiantes. Por otra parte, resulta particularmente relevante propender por el enriquecimiento cultural de los niños y sus familias o cuidadores, utilizando estrategias como el cuaderno y/o libro viajero, donde pueden registrarse las impresiones familiares acerca de libros de la biblioteca escolar que van viajando de un hogar a otro. Igualmente, recursos multimedia de tipo musical, artístico, de actividad física, tutoriales, etc. que se pueden grabar en formato digital (CD o DVD) generan interés y aportan al enriquecimiento de la visión de mundo de las personas de la comunidad.
Para ser factor de trasformación social, la escuela debe propender por ser modelo de organización, orden, aseo, optimización del uso de los recursos y cuidado de lo público con fin de llegar a ser un referente para la comunidad. Si bien el entorno físico de la escuela, su infraestructura y dotación de recursos, dependen en gran medida del Estado, la IE también puede establecer acciones para su embellecimiento, conservación, y mantenimiento con el apoyo de la comunidad. La depuración del material obsoleto o en mal estado, el mantenimiento de la planta física y los implementos, una política de limpieza y manejo de residuos sólidos, así como la conservación y optimización del uso de las áreas comunes con la ayuda de todos, generan un ambiente de orden y bienestar que impacta en el colectivo, aún fuera del contexto educativo.
Sería bueno establecer una cultura de cuidado que propenda por el bienestar físico, mental y emocional, de todos los integrantes de la comunidad educativa. Es pertinente -entonces- implementar acciones en las que puedan participar docentes, directivos, estudiantes, administrativos, tales como: pausas activas, actividad física, encuentros deportivos, ejercicios de inteligencia emocional, meditación, etc., que aportan significativamente a la calidad de vida de los participantes y puede ser extensivo a los padres y cuidadores a través de las Escuelas de Padres.
De la misma manera, y para facilitar el trabajo de docentes y estudiantes en el aula de clase, debe concertarse a nivel institucional -y luego operacionalizar y ajustar a nivel de aula-, el establecimiento de normas y rutinas que vayan en línea con los principios y valores definidos en el Horizonte Institucional. Tanto las normas como las rutinas se acuerdan con los estudiantes, así como las consecuencias del incumplimiento de las mismas. Deben fijarse en un lugar visible en el aula para que se mantengan presentes. Por ejemplo, una opción efectiva para el manejo de la disciplina y/o el incumplimiento de normas puede ser la técnica del tiempo fuera, en la cual, ante el incumplimiento de una norma del aula de clase, se le pide al niño que se siente en un lugar diferente de su pupitre durante un minuto por cada año de vida; no como una expresión de rechazo o como una forma de castigo, sino con el objetivo de proveer un espacio para el procesamiento emocional y la reflexión sobre la propia conducta, de forma que ésta pueda ser modificada en el futuro. Es bueno delegar en los estudiantes -alternativamente- velar por la aplicación de esta estrategia. Ofrece maravillosos resultados, especialmente cuando incluye la posibilidad de que el docente también pueda ser puesto en tiempo fuera (por ejemplo, si alza la voz o incumple alguna de las normas acordadas en el espacio de concertación). Esto ayuda a modelar la conducta y permite que los estudiantes la asuman como una estrategia de socialización positiva.
En cuanto a las rutinas del aula de clase, deben ser suficientemente ensayadas y practicadas durante la primera semana del año lectivo, y cada vez que llegue un estudiante nuevo. Con el fin de facilitar el orden, la organización y el manejo de los recursos, es recomendable establecer en el aula el principio de “un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”, señalando y nombrando los espacios donde deben ubicarse los diferentes implementos y herramientas. Igualmente, el mantenimiento de la limpieza del aula representa un elemento importante en la formación y es ideal que inicie al ingreso a la misma, a la vez que es recomendable que se establezca como una consecuencia lógica de su incumplimiento el tener que realizar la limpieza al finalizar la jornada. De la misma forma, la textualización de las aulas y la exposición de las producciones de los estudiantes, también constituyen importantes estrategias de manejo del aula, ya que causan un impacto positivo en la motivación para el aprendizaje de los niños y adolescentes.
En conclusión: conocer y acoger las políticas y la legislación educativa contextualizándolas; cuidar y embellecer el entorno físico; reconocer el contexto y promover su enriquecimiento cultural; propender por el bienestar de los miembros de la comunidad educativa; tener acuerdos claros, públicos y concertados y establecer rutinas, son algunas de las acciones que influyen positivamente en el quehacer institucional, en el desarrollo de los estudiante, en la transformación social y nos acerca al modelo de país que se quiere construir.