DICCIONARIO DE POLÍTICA COLOMBIANA

DICCIONARIO DE POLÍTICA COLOMBIANA

Por: DANIEL SAMPER OSPINA

A pesar de que en el exterior advierten nuevamente sobre los riesgos de viajar a Colombia, esta columna ofrece el siguiente glosario de política doméstica para facilitar la vida a los valientes foráneos que aún se animen a visitarnos.

 

ACUERDO DE LA HABANA: En ideología de derecha: pacto para otorgar impunidad a terroristas.

ALMENDRAS: Detalle para intimidar periodistas.

ASESINATO APLAZADO: Futuros asesinatos de cuya responsabilidad hay que culpar desde ya al Gobierno anterior.

BAJAR IMPUESTOS: Subir impuestos.

BONO DE AGUA: Inversión diseñada por el ministro de Hacienda que crece como la espuma del río Bogotá, y, como él, no es transparente.

BUEN MUCHACHO: Que ha cometido o piensa cometer crímenes. Ejemplo: “Nombraré a ese buen muchacho en la Embajada de Chile”.

CABALLITO DISCAPACITADO: Contendor político que tiene “mal de Parkinson”.

CASTROCHAVISTA: Dícese de todo opositor de Uribe.

CERCO DIPLOMÁTICO: Manera de evadir una respuesta.

CHIMBAS: 1. Asunto sin valor, sin peso. Y sin votos. Ejemplo: “Qué preguntas tan chimbas; qué maquinarias tan chimbas”.       2. En dirigente deportivo: coloquialismo para mujeres bonitas.

CIANURO: Agua saborizada con la que se refrescan testigos incómodos.

CLUB SOCIAL: Pastranismo para referirse al lugar al que no pueden salir los pobres los fines de semana.

COHECHO: Soborno a nadie.

CONTRATO: Ayuda a amigo.

COPIA MEJORADA: Ver: buen muchacho. (Y no confundir con títere).

COSCORRÓN: Castigo electoral para golpear a candidatos atarvanes.

ENCAPUCHADO: Estudiante de universidad pública. Ejemplo: “Hay que electrocutar a ese encapuchado”.

ENDEREZAR: En jerga uribista, obedecer.

Ejemplo: “Si Duque no endereza, nos va mal a todos”.

ESTO ES UNA COIMA, MARICA: Guardemos silencio.

ETERNO: adjetivo para describir caudillos de derecha o izquierda. Ejemplo: “Chávez es el comandante eterno”; “Uribe es el presidente eterno”.

FACHO: Que es uribista.

FAJAS: Cinta de hule para disimular la protuberancia abdominal, generalmente utilizada por los ministros de defensa. Forcejear: asesinar y mutilar a un desmovilizado.

FAJOS: Arrume de billetes que se guardan en bolsas plásticas ante la cámara oculta de los mejores amigos.

FALSOS POSITIVOS: Asesinato de inocentes que no impiden ascensos militares.

FARIANO: Que no es uribista.

FIRMAR EN MÁRMOL: Hacer lo contrario a lo que se promete.

GLIFOSATO: Veneno apto para asperjar sobre campesinos y longanizas, pero no sobre los ministros que promueven su uso.

GUERRILLERO EN ARMAS: Campesino que no estaría recogiendo café, cuya existencia resulta fundamental para justificar el discurso guerrerista.

GUSTICO: Acto sexual.

IMPOLUTO: Que tiene cuentas pendientes con la justicia.

IR A VER BALLENAS: Dícese de la acción de tomar vacaciones en momentos políticos cumbres.

JIJIJI: Interjección que denota desprecio por los hallazgos de los controllers de obras.

LÍDER SOCIAL: Sujeto enamoradizo, de las regiones olvidadas del país, al que suelen asesinar por líos de faldas.

MAMERTO/GUERRILLERO: Que no es uribista.

MASACRE CON SENTIDO SOCIAL: Crímenes de Estado.

ME ACABO DE ENTERAR: Nos descubrieron.

MEDIDA TRANSITORIA: Medida permanente. Ejemplo: “El 4 por mil será una medida transitoria”.

MERMELADA: Jalea para premiar apoyos con notarías, consulados y demás prebendas.

METRO: Render.

MIS ESPALDAS: Lugar del cuerpo donde suceden los hechos de los que uno no se quiere enterar.

NI TRIZAS NI RISAS: Acción soterrada para acabar con el proceso de paz.

NO HARD FEELINGS (ANGLICISMO):       En el argot de galerista de arte, detectar al embaucador, pero no cobrarle el engaño. Ejemplo: “Me cobras el doble por un cuadro de tu papi, pero no ‘hard feelings’”.

PACTO DE RALITO: En ideología de izquierda: pacto para otorgar impunidad a terroristas.

PARACO: Que es uribista.

PARO AGRARIO QUE NO EXISTE: Frase para designar la más grande manifestación campesina de los últimos tiempos.

PERFUMAR UN BOLLO: Acción de dejar de invertir en el Chocó.

PERIODISTA ENMERMELADO: En jerga uribista: dícese de todo periodista crítico de Álvaro Uribe.

POTRERO ORDINARIO: Reserva forestal.

PROTESTA SOCIAL: En jerga uribista: manifestación infiltrada por la guerrilla.

RUFIÁN DE BARRIO: Santismo para referirse a Álvaro Uribe.

SICARIO: Que está en la oposición.

SICARIO MORAL: Persona que comete atentados verbales cargados de calumnias, como llamar violador de niños o guerrilleros a los periodistas.

SILLA VACÍA: Dícese del cerebro de Andrés Pastrana.

TIBIO: Que no es ni mamerto ni paraco ni nada.

TÍTERE: Ser uno el que diga el Caudillo.

TRAIDOR, DESLEAL, FARCSANTOS: Alvarismo para referirse a Juan Manuel Santos.

TRANSMILENIO: Metro con llantas cuya mayor ventaja es que, en caso de falla mecánica, puede ser empujado por los usuarios.

VAGOS: Víctimas de la violencia a las que mandan a estudiar.

WALKING DICK: (anglicismo). Expresión que denota la invasión de unos zombis humanos que se tomarán la administración pública.

ZZZ: interjección utilizada por el congresista colombiano en horas laborales.

PROBLEMAS DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

PROBLEMAS DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

Por: Armando Martínez Garnica

“Un hombre: un voto”. Esta es la ecuación más simple del régimen democrático, en sus formas republicanas o monárquicas constitucionales, y de la participación ciudadana. Pero una cosa es el principio abstracto y otra distinta es la realidad de la cultura política, sometida tanto al régimen electoral como a las instituciones de representación definidas por la carta fundamental de una nación.

En el mundo hispanoamericano, el punto de partida histórico es la invención del ciudadano, es decir, de la célula básica de la nación moderna. Esto acaeció en las Cortes de Cádiz durante los años 1810-1812: la nación española sería “la reunión de todos los ciudadanos españoles de ambos hemisferios” y en ella residiría, esencialmente, el derecho soberano de establecer sus leyes fundamentales. Por cada 70.000 almas de población habría un diputado elegido ante las Cortes Generales de la nación española. Pero esta representación tendría un régimen indirecto: los ciudadanos de las parroquias elegirían sólo las juntas de los electores parroquiales, uno por cada 200 vecinos, y serían estos quienes elegirían los electores de partido que concurrirían a las capitales de las provincias para elegir los diputados de las Cortes.

Con esa inspiración, la nación colombiana fue erigida en 1821 por el Congreso de la Villa del Rosario, como la reunión de todos los colombianos libres nacidos en el territorio de Colombia, y en ella también residió esencialmente la soberanía. Pero también el pueblo solo podría ejercer la soberanía en las elecciones de las asambleas primarias de las parroquias, donde se elegirían los electores cantonales que concurrirían a las asambleas electorales de las provincias. Los atributos del ciudadano elector eran la naturaleza, la masculinidad, mayoría de edad (21 años), la propiedad raíz o de algún oficio o actividad comercial, y la instrucción (saber leer y escribir). La ecuación “un hombre: un voto” era literal: pasarían 136 años antes de que se hiciera efectiva la fórmula “una mujer: un voto”. La eliminación de los atributos de la propiedad y de la instrucción tardaría también más de un siglo.

La Asamblea Nacional Constituyente de 1991 trajo al mundo político nuevos conceptos, pero “casi” los mismos principios: la soberanía residiría exclusivamente en “el pueblo”, que elegiría directamente sus representantes ante las dos cámaras legislativas, y también al presidente. Pero ese “casi” hace referencia a la introducción de un principio perturbador de la ecuación abstracta “un hombre o una mujer: un voto”. Se trata del artículo séptimo de la carta fundamental, que reza: “El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana”. La subversión del principio de la igualdad ciudadana del elector por este nuevo principio étnico y cultural no ha parado desde 1991 en Colombia, expresado en la ampliación de la discriminación positiva en favor de grupos sociales cazadores de rentas públicas y tierras privadas.

La emergencia y el incremento desmesurado de ciudadanos indígenas, ciudadanos afrodescendientes, ciudadanos LGTB, ciudadanos exguerrilleros, ciudadanos ROM han pervertido la aspiración a la igualdad de los ciudadanos. Del ciudadano sin atributos, que había sido el gran logro de varias reformas constitucionales, al despojarlo de la mayoría de ellos, dejando solo la naturaleza y la edad mínima de 18 años, hemos transitado al ciudadano lleno de atributos culturales que reclama discriminaciones positivas sin límites temporales, en favor de intereses particulares. Sin darnos cuenta, llegamos a un estado de múltiples jurisdicciones particulares, preeminencias y privilegios de muchos grupos sociales. Dos ejemplos recientes: un ciudadano llamado Miguel Polo Polo aspiró a una beca universitaria especial declarándose “indígena” de la comunidad Isla Gallinazos, y tres años después a una curul parlamentaria especial declarándose “afrodescendiente”. En las elecciones presidenciales del año 2022, aparecieron en la tarjeta electoral cuatro “afrodescendientes” como aspirantes a la vicepresidencia, de un total de ocho, porque los asesores de campaña juzgaron que los candidatos a la presidencia requerían de los votos de los “afrodescendientes”.

La carta de 1991 abrió un camino lleno de abrojos al régimen representativo colombiano: el ciudadano con atributos culturales y étnicos, suspendiendo el antiguo camino de la construcción del ciudadano abstracto y casi sin atributos cívicos. La perversión del régimen de la discriminación positiva intemporal que las sentencias de las cortes de justicia han estado construyendo, en desarrollo de los nuevos principios de la constitución de 1991, es uno de los graves males que hoy sufre una democracia basada en la igualdad ciudadana. Hoy se ha vuelto normal que las instituciones públicas pregunten a los ciudadanos colombianos, en sus trámites de identificación para la prestación de servicios públicos, por su etnia, su territorio ancestral, su cultura particular. En la última elección de congresistas de 2022, el jurado preguntaba al sufragante: ¿Territorial o étnico? Es decir, ¿usted vota como ciudadano de un territorio de la nación o como un ciudadano étnico de un territorio que no es de la nación?

Además de estas perversiones del régimen representativo actual, la nación colombiana, que desde 1991 se denomina “pueblo”, sigue arrastrando las antiguas perversiones de la cultura política, todas fundadas en la violación del principio abstracto “un hombre o una mujer: un voto”. Transcurridos 200 años de la creación de la República de Colombia en la Villa del Rosario, todavía hay personas que se atreven a decir lo siguiente: ¿Cuánto me paga por mi voto? Yo tengo en mi poder 50 votantes: ¿cuánto me da por ellos? ¿Pero acaso no es el mismo Estado quien paga con medio día de vacaciones, o con descuentos en matrículas universitarias, a quienes acuden a las urnas? ¿No tenemos regiones del país donde es práctica consuetudinaria pagar a los votantes por su voto, o moverlos en buses a otras circunscripciones?

Las autoridades educativas y los sindicatos de maestros repiten hasta el cansancio una palabrería hueca sobre la cultura ciudadana. ¿Acaso han logrado establecer una cultura del voto secreto, autónomo, gratuito e informado? Hace 200 años los constituyentes introdujeron el atributo de la lectura y la escritura para asegurarse que el sufragante fuese consciente de su deber ciudadano y de su autonomía política. Hoy casi no hay analfabetismo adulto en el país, y ¿entonces? Veamos las cifras del año 2022: el potencial electoral está hoy en 38.819.901 sufragantes, de los cuales, 20.031.855 son ciudadanas y 18.788.046 son ciudadanos. La votación para el Congreso del pasado mes fue solo de 18.034.781, lo cual significa que el 53,55% de los sufragantes colombianos no quisieron votar.

 El problema de la representación ciudadana es Colombia no tiene nada que ver con el derecho a votar, y menos bajo un régimen constitucional garantista. Tampoco con alguna discriminación de género, pues las ciudadanas mujeres disponen de 1.243.809 potenciales sufragios más que los ciudadanos hombres. El gran problema es una abstención electoral de más de la mitad de los posibles sufragantes. Si lo unimos a los antiguos vicios que arrastra la cultura política en los últimos 200 años, y ahora con la perversión étnica y cultural de la ciudadanía, me temo que aún no hemos andado mucho por el camino de la formación de la ciudadanía que corresponde a una nación moderna.

DEMOCRACIA Y PARTICIPACIÓN – DÉCIMAS

DEMOCRACIA Y PARTICIPACIÓN -DÉCIMAS

Por: Gerardo Martínez Martínez

¡Que viva la democracia!

Viva “el pueblo que gobierna”

conforme a sentencia eterna,

que alguien esculpió con gracia.

Mas, políticos de audacia

que dicen ser superpueblo,

para ordenar el repueblo

se tomaron el poder,

con el fin de establecer

la democracia sin pueblo.

Claro, muy original,

muy astuta la salida,

jugáronse así la vida

con su demencia letal.

Fórmula sacramental

para engañar multitudes

exaltando las virtudes

de decisión delegada,

casi siempre estimulada

con coimas, puestos, saludes.

El decide, ellos apoyan

las salidas amañadas,

con masato y empanadas,

que alimentan la tramoya.

La multitud en la olla

se torna dócil, sumisa,

reverente como en misa

los desafueros consiente,

mientras el tal dirigente

su pedestal entroniza.

La tal participación

que proyectos legitima,

solo nos produce grima

y aúpa la corrupción.

Comunidad en sesión

decide en un dos por tres,

sin mirar cara ni envés,

tan solo oportunidad:

pobres por necesidad

y ricos por interés.

Resuelve la montonera.

Apoya la cofradía

de secuaces que día a día,

propician la ladronera.

Así gobierna un cualquiera.

Su misión: manipular.

Su propuesta, disfrazar

el saqueo de las finanzas:

son los gobiernos de andanzas,

cuya consigna es robar.

Es necesario por ello

que el pueblo sí participe

sin que le den un penique

y el agua no tenga al cuello.

El ideal es muy bello

en medio de la pobreza,

sin que exista la flaqueza

de vender la decisión.

En mares de corrupción,

la dignidad es grandeza

EDITORIAL

EDITORIAL

VOTAR POR QUIEN TOCA, VOTAR P0R CUALQUIERA, VOTAR POR QUIEN QUIERO.

Esta época electoral es propicia para examinar la cultura política de los colombianos y fácil es concluir que se trata de una asignatura pendiente, dentro de muchas otras, en la formación del ciudadano.

En tiempos más primitivos aún se votaba por los colores de las banderas rojas o azules, previo aprendizaje de odio contra el contrario, trasmitido de generación en generación, sin ninguna fundamentación ideológica.

La política era un acto de violencia contra el opositor; la muerte, el despojo, el desplazamiento y el desprecio por el otro, hacían parte del armamento logístico de las organizaciones políticas. El Estado y el gobierno eran botín de guerra contra quienes no eran sus partidarios, la Iglesia Católica tomaba parte en la contienda y el púlpito y el confesionario fueron sus armas poderosas para infundir el temor divino y obligar a sus fieles a votar por quien éllos querían; llegaron a afirmar que votar por el contrario era pecado.

Mientras el pueblo se mataba por unos colores políticos, los gamonales y líderes se favorecían, la esencia del conflicto político sólo traía beneficios de enriquecimiento para los poderosos, quienes se quedaban con las tierras de los campesinos perseguidos y desalojados.

Electoralmente era un votar inconsciente por quien toca, no había ninguna capacidad de reflexión sobre las virtudes de un candidato ni sobre un programa de un partido, los rojos votaban rojo y los azules, azul.

El votar por quien toca ha continuado teniendo expresiones aún más siniestras con el auge del paramilitarismo y el narcotráfico, que se caracterizan por la dominación territorial violenta, contando con la anuencia criminal de las Fuerzas Armadas y del Estado. En torno a estos grupos han medrado politiqueros que se han aliado en forma criminal con estas fuerzas oscuras, para obligar a las gentes del común a votar por éllos en la más dramática expresión de votar por quien toca.

Algunos empresarios en abuso de su capacidad económica y laboral, se sienten con el derecho de obligar a sus empleados y dependientes a votar por quien éllos ordenen que se vote, so pena de perder el empleo, además, estas prácticas siguen utilizándose desde las más altas esferas del Estado hasta el más humilde de los municipios, porque su control burocrático sigue siendo entendido como un botín político.

Pero también existe un amplio grupo de ciudadanos que si bien no son objeto de obligada presión para votar, puesto que no tiene quién los obligue, pero quienes dada su ausencia de formación ciudadana, su marginalidad, pobreza, ignorancia, además del desapego absoluto por las gestas democráticas, de las cuales tampoco entienden absolutamente nada, en las elecciones saben que su voto vale un buen almuerzo y unos pocos pesos pagados por votar por cualquiera.

Esta práctica constituye una de las formas más deterioradas de la democracia, detrás de ella se encuentran los caciques políticos dueños de las empresas electorales, quienes sin una idea política, sin un programa de gobierno, sin una propuesta de bienestar, sin formación profesional y sin experiencia alguna, compran los votos de los ciudadanos ignorantes.

En estos casos los procesos electorales son una operación económica en donde se invierten altísimas sumas de dinero, financiado por inversionistas de dudosa procedencia, cuyos dineros serán reembolsados con el botín de la administración pública. El dinero prestado lo utiliza el aspirante al cargo público, para repartirlo entre los caciques que tienen organizados a los votantes, que han de votar por cualquiera a cambio de las miserables dádivas obtenidas por su voto.

Para los así elegidos, la Administración pública es un botín y cada nombramiento que se hace bajo su influencia, tiene un precio o cuota que se paga rigurosamente por el beneficiado, sea éste, personero, tesorero, notario etc.

Las elecciones libres y democráticas requieren que el ciudadano vote por quien quiera; éste ya es un logro esencial de la democracia. Pero en Colombia el número de votantes en libertad aún es reducido, además porque si bien el votar en ejercicio de su propia autonomía, es importante, debe decirse que el verdadero voto libre, debe ser además consciente, esto sólo se logra cuando el ciudadano ha obtenido la información requerida sobre la vida y propuesta de los candidatos, se ha formado su propio criterio sobre la conveniencia para el país, la región o el municipio de la elección de un determinado candidato que considera el mejor. Lo hace entonces sin consideraciones distintas al bienestar general.

En Colombia debemos formar cultura política para que el ciudadano sepa que el voto es un ejercicio de su autonomía, que debe utilizar responsablemente.